La verdad es que estoy últimamente bastante agobiado en el trabajo, pero como muchas situaciones de la vida, cuando menos te lo esperas, o mejor dicho, cuando más lo necesitas, aparece algo bueno.
Mi jefa me dio una sorpresa: una paciente me había escrito una nota de agradecimiento en el periódico local. Me quedé pasmado. Es la primera vez en mi vida que me pasa esto.
Lo primero que me vino a la cabeza fue: ¿Quién es? ¿Por qué?
¿Habré hecho un excelente diagnóstico?
¿Habré curado un padecimiento crónico?
Como médico ("científico") son las primeras cosas en las que uno piensa: enfermedades y tratamientos, pero la realidad de los pacientes en bastantes casos es otra.
Lo dejó bien claro la paciente. Ella mostró su agradecimiento por la sabiduría (o conocimiento), el cariño y el compromiso. Ni le cure una enfermedad, ni hice un magnífico diagnóstico. Simplemente, la escuché, la aconseje, y la acompañé en su proceso. ¿Use fármacos? Sí claro. Pero no fue lo más importante, simplemente una ayuda.
Y es que con bastante frecuencia nos olvidamos del famoso dicho que nos dicen en la facultad: no hay enfermedades sino enfermos.
Sabía lección que viene muy bien recordar de vez en cuando.
¿Se podría haber empezado mejor la semana?
