En el triage de urgencias una paciente con síntomas de catarro le pidió a la enfermera que le prescribiera antibióticos. Ella le respondió: <<para su problema no hacen falta antibióticos>>, <<en otros países como España se abusa de los antibióticos y por eso tienen unas resistencias tan altas>>.
Reconozco que me hirió la fibra sensible. Yo ya había visto que los protocolos de antibióticos aquí son bastante diferentes de los de España. Incluso se usa un derivado de la penicilina (Pivmecilina) como primera elección en el tratamiento de las infecciones de orina no complicadas en las mujeres, pero no creía que hubiera tanta diferencia en resistencias.
Deje pasar el tiempo, pero visitando a unos amigos que llevan aquí más de 10 años y hablando de los antibióticos, me lo volvieron a repetir: <<en los cursos siempre se pone a España como ejemplo de mala gestión en el uso de antibióticos lo que les ha provocado unas altas tasas de resistencia>>.
¡Vaya! ¡España ejemplo de algo que se hace mal! ¿Qué raro, no?
La verdad es que me he puesto a indagar sobre artículos al respecto y efectivamente por desgracia la resistencia de España a los antibióticos está muy por encima de la media europea.
Confio en que la aplicación correcta de los numerosos protocolos que existen y el uso más juicioso de los antibióticos pueda revertir esta estadística y que en unos años sean un ejemplo de uso racional de los antibióticos.
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